Champú seco o “Dry Shampoo”: Qué es, cómo me cambió la vida y cómo podría cambiar la tuya también
Si eres como yo, seguro amas tu cabello, pero cuentas con la peor mezcla que se puede tener: Cabello extremadamente liso y fino + Cuero cabelludo graso. Es por esto que te ves obligada a lavarte el cabello todos los días.
Pero lo que tal vez no sepas, es que este proceso de lavar el cabello todos los días porque se ensucia muy rápido, es en realidad lo que causa que se engrase. Los químicos del champú (por más puro y sin sal que este sea) quitan totalmente la grasa del cuero cabelludo, lo que hace que éste produzca más grasa para contrarrestar esa nueva sequedad. Qué ironía… las pieles más grasosas son en realidad, las más secas.
Tal vez te preguntes, ¿pero cómo rompo este ciclo vicioso? Es aquí cuando el invento del siglo, el “champú seco” o “dry shampoo” entra en acción.
El champú seco comercial está por lo general a la venta en farmacias o tiendas de conveniencia, viene en una lata en aerosol, y funciona aplicándolo sobre el cabello ya sucio y este, por arte de magia, hace desaparecer la grasa sin necesidad de lavarlo o siquiera mojarlo, lo que hace que puedas pasar como mínimo un día más con el cabello limpio.
Puede sonar un poco asqueroso… pero sigue leyendo.
La primera vez que probé este producto ya conocía de él, de hecho, me daba mucha curiosidad. Es por esto que cuando sorpresivamente lo encontré en el anaquel (si eres de Venezuela entenderás mi sorpresa), no aguanté dos pedidas para comprarlo. Y la mañana siguiente me arriesgué: no me lavé el cabello (ya estaba un poco graso), lo apliqué, cepillé, y… magia. El cabello se veía limpio de nuevo. Como lo lees.
Pero como no todas las historias tienen un final feliz, llegó el momento, aproximadamente un año después, cuando el producto dejó de llegar a mi país. Y antes de que se me terminara la última lata, tuve que idear una solución. Y me puse a investigar.
Resulta que el ingrediente principal del champú seco o dry shampoo es la fécula de maíz, conocida en nuestros países como maicena o maizina. Por lo tanto, nosotras mismas, de manera más económica y sin ningún químico, podemos hacer nuestro champú seco que es igual de efectivo que el que compramos en la farmacia.
Pero mi secreto (después de varias veces de práctica) es el siguiente: Aplicarlo con el cabello aún limpio, es decir, el mismo día que lo lavo con champú regular. ¿Por qué? Eso evitará que se engrase, durará más tiempo limpio, no es “asqueroso” (es decir no te estás echando un mezclote sobre un cuero cabelludo ya sucio), y, en general, ayudará a regular la grasitud de tu cuero cabelludo.
Supongo que la ciencia de esto es la misma que la de un polvo facial, que, aplicado sobre el rostro limpio, sella nuestro maquillaje pero principalmente evita que nuestro rostro se engrase, al menos por algunas horas. (Muchos polvos faciales también cuentan dentro de sus ingredientes con fécula de maíz / maicena / maizina).
Créeme, vale la pena, y una vez te acostumbres te preguntarás cómo pasaste toda la vida sin conocer esta opción.
Entonces, ¿Cómo hacer tu propio champú seco?
Necesitas:
Maicena / Maizina / Fécula de maíz.
Recipiente de talco vacío y limpio (sin rastros de talco) o un envase similar.
Adicionales (Yo, personalmente, solo utilizo la maicena):
Aceite esencial del que prefieras: almendra, limón, etc.
Polvo de cacao, si tienes el cabello oscuro.
Preparación:
Mezcla la maicena con el aceite esencial y el polvo de cacao en un recipiente aparte, y luego rellena con la mezcla el recipiente de talco. Ciérralo con la tapa (asegúrate que quede bien cerrada) ¡y ya estará listo para usar!
Aplicación:
El mismo día que te laves el cabello, y ya esté totalmente seco, esparce el champú seco en tu cabello, de la misma forma que un talco, de la siguiente forma:
Separa el cabello por la mitad (carrera del medio) y aplícalo por la carrera y en la corona (parte de atrás).
Luego aplícalo por los lados de la cabeza, en especial detrás de las orejas, allí es uno de los sitios donde se ensucia más.
Baja la cabeza y aplícalo de atrás para adelante.
No exageres en la cantidad, pero tampoco apliques muy poquito.
No temas que te vaya a quedar “blanco”. Luego de aplicarlo, sacudiremos el cabello lo más posible, tómate tu tiempo. Después, cepíllalo para sacar el resto del polvo. Cada vez que cepilles, sacude el cepillo bien con una toalla.
Si queda aún algún resto… eso se irá con la almohada o a la mañana siguiente cuando volvamos a cepillar.
Finalmente (este paso es adicional y lo hago yo, ya te cuento por qué) ata tu cabello en una cola alta, con una bandita suave para que no te apriete o te quede mucha marca. ¿Por qué hago eso? Para evitar que la parte de atrás del cabello se me engrase al apoyar la cabeza en la almohada.
A la mañana siguiente:
Desatamos el cabello.
Cepillamos igual que la noche anterior. Si aún quedan restos del polvo, sacudimos el cepillo y seguimos cepillando hasta que no quede nada.
Si peinamos de atrás hacia adelante nos quedará más volumen, que es otro plus de este “producto”.
Vemos en el espejo para asegurarnos que no quede nada.
¡Listo!
Atrévete a probarlo y quién sabe... tal vez tu vida cambie, como la mía.
Imágenes: Pinterest / Adriana Alvarez
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