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El miedo de emigrar

  • Ana Arenillas
  • 27 nov 2017
  • 2 Min. de lectura

Miedo. Miedo es el primer sentimiento que genera el emigrar. Miedo antes de irte de tu país y terror al llegar al nuevo lugar. No se sabe que depara el destino, no tienes el control, no tienes el apoyo físico de tus familiares, no tienes la comodidad de tu hogar.


Al momento de escribir estas líneas me encuentro en esa primera etapa. Tengo tanto por hacer, en un lugar que no conozco, estoy aterrorizada.


Por suerte, la vida me topó con gente maravillosa. Tengo un techo donde vivir, una cama donde dormir y un plato de comida caliente para alimentarme. Tengo cariño a mi alrededor y mucho apoyo.


Sin embargo extraño. Extraño a mis padres, extraño a mi mascota, extraño mi hogar y mi familia. Extraño mis viejas costumbres. Siempre quise viajar y conocer el mundo. Visitar cuantos países pudiera, aprender nuevas culturas y conocer otras personas pero todo con la seguridad de que volvería a mi hogar, que de regreso mi madre me abrazaría y me preguntaría ¿Cómo me fue? y el típico ¿Qué me trajiste? Ahora estoy en un lugar lejano a mi zona de confort. No sé cuando volveré a abrazar a mi madre, no sé si volveré algún día a mi país.


Ser inmigrante es muy difícil. Tomar la decisión es sencillo, vivir con sus consecuencias no tanto. Implica madurar, descubrir, independizarse, y todo de manera forzada. Uno no se va de su país porque "desea irse", el entorno te obliga y es lo más duro de todo. Tener que salir de los brazos de tu familia de manera forzada. Es tenerlo todo y decidir no tener nada.


En Venezuela tenía mi gente, mi hogar y un buen trabajo pero me faltaba vida. La situación social y económica allá está muy deteriorada y es insostenible, no hay futuro, no hay posibilidad de adquirir o alquilar algún lugar para vivir, no hay autos ni transporte porque los repuestos son muy costosos, no hay seguridad a ninguna hora, no hay medicinas, no hay alimento, no hay posibilidades de vivir en tranquilidad... y eso - más que todo - es lo que uno busca: tranquilidad.



Por ahora solo me queda seguir rezando y pidiendo a Dios que me coloque en buen camino, me queda seguir llorando hasta que me habitúe a mi nuevo sitio, me queda agradecer a las personas maravillosas que me recibieron con los brazos abiertos. Me queda seguir teniendo esperanza; mucha esperanza de que algún día volveré a ver a mi familia y volveré a dormir en mi cama y mi país volverá a ser ese terreno maravilloso que era hace 20 años, donde la gente podía tener sueños y cumplirlos, me queda esperar y la espera da mucho miedo.


Imágenes: Ana Arenillas / Pexels.com



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